lunes, 12 de noviembre de 2012

La ciencia-ficción francesa (IV): El cine actual (y 2), y comentarios anexos.

Cuarta y última parte dedicada al cine francés de CF.



Por fin llegamos al final de esta serie de entradas sobre el cine de CF del país vecino. En este caso, sólo se comentarán un par de películas, pero considero que no está de más hacer también algunos comentarios: uno sobre René Laloux, el padre de la animación adulta francesa; otros dos, sobre la influencia de la obra de dos genios como Moebius y Enki Bilal -serbio de nacimiento, pero francés de adopción- sobre el cine, o en cso de Bilal, su trabajo como director y guionista; el cuarto y último, sobre una serie de animación que, hoy en día, nos resultará simpática por la nostalgia, y tal vez un poco anticuada. Pero teniendo en cuenta la época, no dejaba de ser, y más para un país europeo -aunque contara, en mayor o menor medida, con aportación de otras televisiones del continente- todo un salto adelante.


IMMORTEL, AD VITAM (2004).

En este caso, se trataría de una película dirigida, precisamente, por el autor del cómic en el que está basada. Lo cual, por otro lado, no dejaría de tener cierto sentido porque, al fin y al cabo, ¿quién mejor que el dibujante y guionista de una historieta, para comprender todo lo que en ella se cuenta, y en sentido y razón de lo que allá podemos leer y observar? Sin embargo, habría que tener en cuenta otro detalle, no menos importante: un buen autor de cómic -al igual que un buen novelista- no ha de ser, por fuerza, un buen director de cine.

El cartel de la película.

Immortel es obra de Enki Bilal. ¿Quién es el que se esconde tras tan extraño nombre? Aunque pueda parecer lo contrario, no es un sobrenombre, se llama realmente así. Se trata de un dibujante y, en ocasiones, guionista de cómics francés de origen serbio -nació en Belgrado, aunque su padre era bosnio- emigrado de niño a París, por lo que se le puede considerar -al menos, así se ve él- como francés de adopción. Creador, aunque en ocasiones sólo en la parte gráfica, de obras como "La ciudad que nunca existió", "Las falanges del orden negro" -por cierto, que su primera edición en España se llamó "Los comandos del orden negro"; seguramente, para no tener problemas con ciertos tipos de camisa azul y muy mal carácter, que todavía se creían excesivamente importantes en un país que pasaba ya de ellos- o "Partida de caza". Pero no es de su vida u obra de lo que ahora querría hablar, pues con toda seguridad, ya habrá tiempo para extenderme más en ella, sino es esta, su tercera película. La que, en teoría, tenía una base argumental más modesta pero que, aparte de ser un éxito no extraordinario, pero sí considerable -medio millón de franceses fueron a verla el fin de semana de su estreno-, no dejaba de ser una obra sincera y con bastante interés.

La vista de la pirámida sobre NY. 


 Los inmortales.


 El original en papel.

Bilal se basó en las dos primeras partes de la llamada "Trilogía Nikopol", "La feria de los inmortales", y "La mujer trampa", aunque con bastantes cambios con respecto a los dos álbumes originales -sin contar, muy probablemente, con algo de la onírica y extraña atmósfera de la tercera, "Frío ecuador"-. En el original, Nikopol es una especie de rebelde político -nunca se tiene claro su origen o biografía anterior a la historia en sí- que llega a un París del 2023 arruinado económicamente, dominado por una especie de régimen fascista, donde la élite -autoritaria, egoista, corta de miras, acobardada, decadente y afeminada- vive separada de la mayoría de la población -mísera, masacrada por la radiación y las mutaciones provocadas por ésta, abandonada por el estado, reducida a la supervivencia más brutal enmedio de las ruinas de la antigua sociedad-. En esta ciudad, donde existen criaturas de origen extraterrestre, y otras que nadie es capaz de explicar su origen, llega este hombre perdido y fuera de época, pero también una nave espacial con forma de pirámide egipcia, habitada por unos extraños seres inmortales con el aspecto -hasta cierto modo, lógico- de los dioses del antiguo Egipto faraónico, que le exigen al gobierno autónomo parisino que le provea de petroleo -¿una nave espacial a petroleo?- para volver a su mundo. Pero uno de ellos, el rebelde Horus, con el mismo aspecto de hombre-halcón que el dios de su nombre, y condenado a muerte, escapa y posee el cuerpo de Nikopol. No me quiero alargar más sobre la continuación de este curioso, ya clásico y recomendable cómic, o de sus dos continuaciones. Respecto a "La mujer trampa", se refiere a su protagonista femenina, una periodista de aspecto famélico y cabello azul, que tiene como extraña costumbre, una vez hundida psicológicamente, de escribir artículos para un periódico del pasado.
En el film, la acción transcurre en Nueva York -por cuestión de ganar el mercado norteamericano, aunque allá tuvo poco eco-, y en el año 2095 -no quedaba muy creíble, un cambio tan radical en una ciudad, del 2004 de la exhibición del film, a un relativamente cercano 2023-, donde la acción no parece cambiar demasiado, pero donde el personaje femenino aquí parece más una creación artificial -tiene aspecto de mujer adulta, pero sus células dan a entender que "nació" sólo meses antes del examen-, por alguna extraña razón la entrada a Central Park está prohibida bajo pena de muerte, y Nikopol no tiene un hijo de su mismo aspecto y edad -pues al estar, en el cómic y la película, en coma artificial en una cápsula, su cuerpo no envejece-. Además, en el original, Horus simplemente quiere escapar, y en la película tiene también el interés vital de reproducirse, pero como no es capaz de realizarlo -"ocupando" el cuerpo de Nikopol- con ninguna mujer, debido a que lo impiden los cambios genéticos y las prótesis artificiales que todos los humanos de esa época contienen, finalmente, sólo es capaz de hacerlo con Jill -la protagonista femenina-, que es, por decirlo de alguna forma, orgánicamente pura.
Originalmente, la película no está rodada en francés, sino en inglés. Además, en la mayoría de los casos, los actores son doblados -no se puede oír su voz original-. Eso se nota en la protagonista, la actriz Linda Hardy, que a pesar de su nombre es francesa, y cuya voz original sólo se puede oír al final de la película, cuando recita en su francés materno un poema de Baudelaire. El protagonismo masculino, Nikopol, es interpretado por el alemán Thomas Kretschmann -¡Jesús, que apellido para recordar!; eso sí, su trabajo resulta más convincente que el de su compañera femenina, que no resulta demasiado creíble-. Si se escucha la versión original, se ve bastante claro que las voces no corresponden demasiado a los actores -además, porque, en varios casos, interpretaron hablando en francés, y a la hora de colocarles un doblaje en inglés no siempre queda tan bien como debería-. La crítica no la llegó a machacar, pero tampoco la puso en muy buen lugar. Se reconoció que, realmente, Bilal había progresado desde sus primeras obras de bajo presupuesto, pero que aún le quedaba que aprender. Quizá, si hemos visto bastante cine de CF o terror, en el que actores reales comparten pantalla con seres recreados informáticamente, se pueda pensar que algunas "creaciones" de Bilal, muy del universo "Métal Hurlant" no son del todo creíbles, pero también habría que tener en cuenta que, aún siendo una producción que, para ser francesa, manejaba un presupuesto alto, tampoco es comparable a una superproducción estadounidense. Y si algunas cosas tal vez nos parezcan vistas, no pensemos que sea porque Bilal haya copiado aquí y allá, porque, aunque fuera de su país no sea demasiado conocido, él fue, en no pocas ocasiones, el original al que no pocos han copiado -aunque a veces sea en forma de "homenajes" un tanto discutibles-.


Otra onírica visión de la megalópolis (abajo).

De todas formas, y aunque debería volver a ver la película completa para tener una opinión más clara, no deja de ser un espectáculo interesante, llamativo e imaginativo. Y para los que hayan leído a Bilal, aunque sólo sea "La feria de los inmortales", puede resultar curioso cómo su mismo autor lo ha plasmado en un medio tan distinto -pero con el que existe una simbiosis tan íntima- como es el cine.

Y aquí, un enlace con la página original de "Métal Hurlant".


DANTE 01 (2008).

Y por fin, la última película de la lista. Evidentemente, haber, hay más, pero estas son, al menos en parte, las más representativas.
"Dante 01" es un film con guión y dirección de Marc Caro, ya totalmente desvinculado de Jean-Pierre Jeunet, el autor de "Amelie" y compañía, ayudado a la hora de lo primero por Pierre Bordage, y con Lambert Wilson y Dominic Pinon -sí, el protagonista masculino de "Delicatessen", que también participa en "Amelie" y otros muchos films franceses; y no franceses, pues en España participó, nada menos, que en la primera película que se hizo a partir de Mortadelo y Filemón-.
Sobre la historia -que no es ni romántica ni fantástica, como los trabajos de Jeunet, sino de CF pura-, se podría decir que trata sobre una cárcel que también es una enorme nave espacial -que recibe el nombre del título de la película-, y que orbita alrededor del planeta Dante. Allá van a parar todos los psicópatas y dementes peligrosos de la Tierra -y, muy probablemente, también de otros mundos habitados por humanos-. Sólo que estos no están allá, simplemente, para cumplir condena, para ser reinsertados, o para apartarlos de la civilización de forma definitiva. Todo eso lo es, sólo, en teoría, porque en la práctica, están allá para servir de cobayas humanas para terribles -y nunca bien explicados- experimentos genéticos. Allá, uno de los presos, Cesar -Pinon-, intenta revelarse y escapar de allá. Pero la llegada de un nuevo prisionero, Saint George -¿algo que ver con San Jorge, el santo que lucha contra el dragón, que representa la maldad en este mundo?-, una especie de ser mesiánico que es capaz de curar heridas y ganar para su causa de redención a cada vez más presos, acaba por hacer trastabillar sus planes iniciales.

El cartel de la película... en su versión turca (lo que demuestra que, hasta cierto punto, no dejó de tener su proyección internacional).

En resumidas cuentas: la película tiene un planteamiento y principio interesantes, pero Caro, que parece que echa demasiado en falta a su antiguo compañero Jeunet -que sí que ha sido capaz de hacer películas interesantes, o al menos consistentes, sin ayuda de nadie en la dirección-, y a pesar de tener un ayudante a la hora de realizar el guión, acaba liándose de tal forma, que no es capaz de explicar de forma medianamente clara, concisa y sin excesiva lentitud o escenas sin explicación aparente, la historia que en principio nos promete. Cierto que, en ocasiones, se agradece una película -o una novela, o lo que sea- en que no se nos dé todo masticado y bien explicado. Pero eso es una cosa, y otra, el acabar explicando una historia de forma tan confusa, dando tan pocas pistas, que lo que prometía algo profundo pero interesante, puede resultar pesado y aburrido. De todas formas, ver interpretar a Pinon siempre es interesante, la fotografía y la ambientación -muy en la línea del universo Alien, lo que demuestra aquí que Scott creó escuela- son bastante acertadas, y los escasos efectos especiales -que tampoco tienen que ser ni vitales, ni en extremo abundantes, para explicar una historia de CF; para eso, ¡ya tenemos a Transformers y compañía!- son más que dignos. Pero eso no impide que, aunque según como uno quiera entender lo que se nos está explicando -o intentando explicar-, puede resultar original, es muy probable que, para el común de los mortales, acabe agobiando.
Una de los científicos-carceleros, experimentando con un preso.

De todas formas, nunca está de más un visionado. Aunque si lo que queremos es empaparnos un poco de CF francesa, de esa tan intelectual y alternativa a la anglosajona, personalmente, aunque sólo fuera por la originalidad del mundo alternativo presentado -y más, si a uno le gusta el cómic franco-belga-, recomendaría  "Immortal...", antes que esta última película.


Y ahora, unos cuantos anexos:

René Laloux, el padre de la animación adulta de CF.

Nacido en París en 1929, y fallecido en 2004 de un ataque al corazón, Laloux fue un joven no del todo autodidacta, pues estudió pintura, trabajó de ebanista, de actor aficionado y titiritero; y más tarde, también en el mundo de la publicidad, hasta que decidió ser empleado en una institución psiquiátrica, donde consiguió realizar un cortometraje a partir de un guión pergeñado, nada menos, que por los internos de dicho establecimiento, "Los dientes del mono", de 1960. Más adelante, colaboraría por el surrealista Roland Topor, francés de origen judeo-polaco que formaría parte del llamado Movimiento Pánico, junto con el español Fernando Arrabal y el chileno Alejandro Jodorowsky, dedicándose al surrealismo en todas las ramas artísticas. De allá saldrían dos cortos más: "Los tiempos muertos" de 1963, y "Los caracoles"; de 1964.
Sin embargo, Topor y Laloux todavía tenían que realizar su más celebre obra, la ya comentada "El planeta salvaje" (1973), que en Norteamérica fue estrenada como "Fantastic planet", por considerar, quizá, que lo de "salvaje" era excesivamente fuerte, o explícito. Por lo visto, no se dieron demasiada cuenta de que esta no era una película, precisamente, infantil. Tras ganar el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes del mismo año, se transformó no sólo en un éxito en su país -dentro de los límites del género, y del cine más o menos alternativo, se entiende-, y así ha llegado hasta ahora.
Rene Laloux
No vale la pena extenderse sobre la historia que cuenta dicha película, ni las dos siguientes, "Los maestros del tiempo" (1981), que representa la posibilidad de trasladar al cine el mundo de Moebius -lo que lo hace, incluso después de tanto tiempo, una obra vanguardista y agradable de ver-, ni "Gandahar", de 1987, esta última con la colaboración con el también "humanoide asociado" -los fundadores de la revista "Métal Hurlant"- Philippe Caza. Esta última, tal vez la más aventurera y fantástica, pero también la más filosófica, y hasta antropológica: la descripción de una sociedad aparentemente perfecta pero que, al discriminar y expulsar la diferencia, acaba fomentando su propia y futura destrucción. Un film extraño, amparado en la nueva CF francesa, y realizado en gran parte ¡en la Corea del Norte de Kim Jong-Il!, cuando este país todavía parecía mínimamente abierto al mundo-.

Una imagen del corto "Cómo Wang Fo fue salvada", uno de sus últimos trabajos.

Sin embargo, nunca le abandonó su estela de animador maldito, minoritario. Después de "Gandahar", sólo consiguió recaudar -y con esfuerzo- dinero para dos cortometrajes: "Cómo Wang Fo fue salvada", de 1987 y "La cautiva" (1988) -en realidad, un proyecto de largo metraje con Caza, que nunca se llegó a hacer-, y fue guionista de otro, donde ya no intervino en nada en la animación -"El ojo del lobo", diez años después, nada menos-. Y hasta su muerte, en el 2004, apenas nada. Parecía tener planes o historias para más trabajos, pero nunca consiguió apoyo financiero. Mucho antes, fue olvidado fuera de su país, y en la misma Francia, no deja de ser un personaje alternativo, reivindicado por pocos. Hoy en día, gracias al DVD y de internet, resulta mucho más fácil conocer, aunque sea por encima y parcialmente su obra. Al menos, para evitar que sea totalmente olvidado, como parecen olvidarlo las enciclopedias temáticas, recopilaciones y colecciones a las que estamos tan acostumbrados. El hecho de que, en la mayoría de los casos, sean anglosajones quienes las realizan, no deja de explicar el por qué de tantas ausencias: raramente se nombran a autores que no pertenezcan a su área cultural y lingüística.
Aquí, un enlace con el corto de "La cautiva", que se quedó en lo que es, por falta de dinero: "La cautiva".

Enki Bilal en el cine.

Es sabido que Bilal es dibujante y guionista de cine, además de ilustrador. Pero también ha sido, y no en una, sino en tres ocasiones, director. Dejando aparte su actividad comiquera, así como su biografía más personal -quizá, en otra ocasión, en una entrada dedicada sólo a su obra gráfica. Además, ha sido director de tres películas, al menos, hasta ahora. Sin embargo, Bilal ha tenido contacto directo con el cine el, al menos, un par de ocasiones más, anteriores a sus tres aventuras cinematográficas, como ilustrador y diseñador de carteles para trabajos ajenos: el de "Mi tío en América" (1980) de Alan Resnais; y creando los decorados, pintados sobre cristal, para "La vida es una novela" (1983), del mismo director. También tuvo una colaboración con Michael Mann, para su película "The keep" (1983), creando el monstruo que se puede ver en la película.

El cartel de "Mi tío en América", de Resnais, realizado por Bilal.

Pero, finalmente, se decide a dar el salto definitivo a la dirección, lo cual también significaría ejercer como guionista, fuera a partir de historias ya dibujadas por él, o de un texto original nunca pasado al dibujo.
En 1989 estrena "Bunker Palace Hôtel", rodada en su Belgrado natal el año anterior. Con toda seguridad, ni tan siquiera un visionario como él imaginaba lo que le esperaba a su patria de origen, todavía una Yugoslavia unida. Aún faltaban unos meses para que los Balcanes acabaran ardiendo en los fuegos del odio étnico. Rodada en el interior de un hotel, sin apenas exteriores, y con actores de importancia como Carol Bouquet y Jean-Louis Trintignant, la historia es simple, y con una base de política-ficción que, en tierras balcánicas, parece siniestramente real: un gobierno de un país imaginario está perdiendo terreno día a día, decidiendo, finalmente, refugiarse en un hotel, donde su director y su personal androide intentan hacerlo funcionar como si no sucediera nada, a pesar de la guerra, y del avance continuo de los rebeldes. Mientras se espera la llegada del presidente -que nunca parece llegar-, y entre patéticas luchas por un poder ilusorio de un gobierno que se desvanece, una rebelde, Clara, logra introducirse en el hotel, destruyéndolo, mientras su director huye, intentando olvidar lo que ocurre en su antiguo establecimiento. Con decorados y paisajes de aspecto fantasmagórico, oscuro y deprimente -mucha lluvia y niebla-, Bilal intenta, mejor o peor, que el estilo visual de sus dibujos esté reflejado en un film real. Y teniendo en cuenta que era una ópera prima, tampoco está tan mal.
Folleto de la película, en su estreno en Japón -país donde tuvo más éxito que en Francia-.

Ilustración -del mismo Bilal- del cartel de la película en Japón.

A pesar de no llegar a ser un éxito, ni de público ni de crítica, Bilal consigue financiación para un segundo film, en 1996, "Tykho Moon". Aquí, una ciudad parecida a París, pero separada por un muro parecido al de Berlín, está regida por una dictadura en manos del "presidente" -o sea, tirano- McBee, con el apoyo, al menos moral, de su mujer -de la que desconfía, por creerla infiel-, su hermano gemelo -asesinado al poco de empezar la película-, y sus dos hijos, también gemelos. Aparte, tiene un tercero, que McBee cree que no es suyo. El Tykho Moon del título, tendremos que averiguar si es un supuesto amigo del dictador, si este amigo no es tal, sino, además del amante de su mujer, es un rebelde, o si es un tallista de gemas que ha perdido la memoria. En resumidas cuentas, y para no explicar más, es, como su primer trabajo, un retrato de lo que es la lucha por el poder, aunque este no sea más que una ilusión, una obsesión en un mundo podrido, una sociedad sin futuro, sobre un pueblo que no cree en su gobierno. La sorpresa final, probablemente, sea el conocer que París, realmente... es otra cosa bien distinta.

El aparente futuro de París, con un considerable amontonamiento de sus monumentos.

Uno de los muchos carteles e ilustraciones de -y sobre- la película.

Y por último, en 2004, realizará "Immortel, ad vitam", de la que ya he hablado anteriormente, y que no creo que se pueda añadir mucho más. Añadir, quizá, que no fue un gran éxito, pero tampoco un fracaso total, aunque, a nivel mundial, en cine recaudó menos de la mitad de lo que costó, aunque el DVD le dio algo de vida. Fuera de Francia, parece haber tenido más éxito en Asia, que en Occidente.
Por el momento, Bilal no parece tener ningún otro proyecto entre manos. Y eso, teniendo en cuenta que su producción en el cómic y la ilustración también se ha ralentizado, pero en ningún momento ha dejado caer que haya dejado de lado su vena cinematográfica -que no cinéfila, pues se deja influir por el cine, tanto como en el cine ha influido-. Así que, todo es cuestión de esperar.

Moebius en el cine -sucintamente; en profundidad, requeriría todo un libro-.

Si la influencia de Bilal en el cine ha sido considerable, la de Moebius es enorme. Sería casi imposible hacer un listado con las películas, series, novelas, cómics o animación -además de música, teatro, publicidad, diseño...- en que, en mayor o menor medida, de una forma más directa y clara, o leve y casi inconsciente, ha llegado a influir tan irrepetible personaje. De todas formas, Moebius no es personaje para ser, simplemente, un capítulo en una entrada. Él merecería ocuparla por entero. Como mínimo. Aquí, sólo algunos de los ejemplos más claros y conocidos -o no tanto- de, no sólo su influencia, sino su directa colaboración en el cine.

Dune, o la no-película que nunca se llegó a hacer... por quién en principio tenía que hacerla: Este es un hecho poco conocido en el cine de CF reciente. Debido a que sí que se llegó a filmar una película basada en la serie de novelas de Frank Herbert, y dirigida por David Lynch. Antes de esta versión, la Universal tuvo la idea de ofrecer el proyecto al chileno Alejandro Jodorowsky, el guionista de cómics, y creador de un cine tan perturbador e inclasificable que, en la mayoría de los casos, o parece un tanto insano o, si no tenemos una mente realmente abierta -yo no la tengo tanto, la verdad-, bastante insufrible. Realmente, no fue una buena idea, pues el chileno es hombre en extremo imaginativo, pero eso es una cosa, y otra el saber unir distintas ideas y revelaciones para formar una historia mínimamente bien interconectada y creíble. Si las historietas en que es guionista acostumbran a ser como mínimo satisfactorias, por no decir geniales, o al menos realmente buenas, es, tanto o más, por la capacidad de los dibujantes de ensamblar los delirios del personaje, y crear una historia comprensible, que por las virtudes narrativas del autor del guión. Jodo -que es como se le acostumbra a llamar, por la dificultad de escribir y pronunciar su intrincado apellido judeo-polaco- trabajó durante más de cinco años con Moebius, que le sirvió para poner cierto orden a lo que tanto él, como otros genios a los que invitó a participar -desde el grupo de rock psicodélico Pink Floyd, hasta el genio del cine Orson Wells, pasando por el pintor Salvador Dalí, o el escultor suizo Giger, de quién algo habría que aclarar más adelante-. Después de tanto tiempo sin poder ofrecer un guión consistente, pero con una enormidad de bocetos y dibujos, la Universal decidió dar carpetazo al Dune de Jodo, pero éste y Moebius, que habían congeniado y pensado en trabajos alternativos -quizá, fue esta una de las razones por la que el proyecto principal no avanzaba: sus dos artífices principales tenían demasiadas ideas que no entraban en él-, decidieron utilizarlo para una de las grandes obras de ambos: El Incal, un clásico de la CF francesa -en este caso, más bien franco-chilena; el cómic franco-belga ha sido capaz de "adoptar" a multitud de artistas españoles, italianos, latinoamericanos, africanos...-.



Algunos de los personajes de Dune -y alguno improvisado- bajo la mirada de Moebius.

Otra imagen de la película, desarrollando la parte marina de los mundos descritos.

Un número de la revista "Metal Hurlant" -en este caso, la edición española-, sobre el fallido proyecto.

Y para quién quiera ver más bocetos sobre personajes, este enlace.

Moebius y el escultor Giger: Esta no-película también sirvió para que Moebius hiciera amistad con Hans R. Giger, un franco-suizo que se dedicaba a esculpir monstruos y horrores de todo tipo. La obra de Giger, sin duda, influyó en posteriores trabajos -y en los que realizaba para la "No-Dune"- de ilustración, y para ilustradores posteriores, hasta ahora mismo. Pero también hubo una influencia contraria. Giger nunca había pensado en colaborar de forma seria en el cine, pero a partir de allá, se hizo un nombre en Hollywood, tendría contacto directo con Ridley Scott y, finalmente, creó para él este personaje, con clara influencia de Moebius -realmente, muchas ilustraciones y esculturas de artistas posteriores, recibieron influencia de ambos genios, sin quedar claro qué se debía a quién-:

Sí, el famosísimo Alien, monstruo de oscuros confines del universo por antonomasia. 

La influencia en el "Blade Runner" de Scott: Blade Runner está basado en una novela del sinpar e inclasificable Philip K. Dick, pero éste, a pesar de no haber andado nunca sobrado de dinero, se negó a que se hiciera película alguna basada en alguna de sus novelas; ni tan siquiera, en algún cuento corto. Pero tras su fallecimiento, Scott no tardaría en hacer una versión un tanto personal -alejada del texto original en varios puntos- de una de sus obras más conocidas "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?". Para llevar al celuloide tan extraño texto -al menos, para la época-, contó con Moebius, que ya era bastante conocido en Norteamérica gracias a la hermana americana de "Metal Hurlant": "Heavy Metal". No parece que ambos genios congeniaran -valga el juego de palabras- demasiado, pero sí que se puede ver la influencia del francés en el trabajo del norteamericano, como también se vería, años después, en "El quinto elemento", y otras.

Viñeta de "The long tomorrow", con guión del norteamericano Dan O'Bannon.


Un par de visiónes de los espacios aéreos de LA del futuro, de Scott.

Otra visión aérea, en este caso de Moebius y O'Bannon.

Otros films donde se puede ver algún tipo de influencia: Hay, sin duda, otros muchos ejemplos, pero sería muy largo el ir listándolos uno por uno. Aquí, algunos ejemplos:

Stars Wars:
Aunque no trabajó directamente para LucasFilms, su influencia se siente, aparte de algunas ilustraciones que hizo él mismo, más por gusto que por razones profesionales.

Blueberry:
Originalmente, fue un cómic donde Moebius -aquí, Gir o Giraud, su apellido original, que usaba en sus trabajos más "realistas"- llevaba la parte gráfica. Charlier era el responsable de los guiones. Después de muchos años, decidió dejarlo para dedicarse únicamente a su parte más fantástica o de CF, hasta que, mucho después, se realizó una película.


Producida y estrenada en 2004, y dirigida por Jan Kounen, con Vincent Cassel y la norteamericana Juliette Lewis -bastante desaparecida, hasta ese momento, desde hacía ya años-, no tuvo demasiado éxito. Quizá porque, más que un western de aventuras -como en realidad era el original-, tenía una carga mística y alucinógena que le daba un aire a guión de Jodorowsky. El cual, por cierto, no tuvo nada que ver con la producción.

Tron:

Un par de dibujos del "story-board" de la película de 1982.

Una imagen de la película. En su momento causó sensación, aunque, actualmente, sus efectos especiales parezcan casi artesanales.

Intervino directamente en toda la parte gráfica -o sea, en recrear el mundo informático- de la primera versión  de 1982 -Steven Lisverger-, y se nota la influencia en la nueva versión, más actual, y que cuenta con la inestimable ayuda de la revolución en los efectos especiales de los últimos años.




Y sin duda, muchas más, incluyendo "El quinto elemento", del que ya se habló en una anterior entrada. Así pues, finaliza este pequeño anexo que no hace honor a todo lo que de Moebius se podría escribir. Al fin y al cabo, fueron él y Mézières, los encargados del diseño de producción.

Nacion.com
"La diva", uno de los personajes de "El quinto elemento" que bebe más directamente de la obra de Moebius.

El protagonista, en una situación más bien complicada.


Y una serie de televisión infantil, pero de auténtica CF: 

Se trata de "Érase una vez el espacio". Sí, es una creación del estudio de animación Procidis, allá por 1982, con la co-producción económica de televisiones de media Europa, además de Japón y Canadá -del francófono, para ser más exacto-, y fue la segunda que creó, después de la legendaria "Érase una vez el hombre". Cierto que se trataba de una serie, en principio, para niños, donde se usaba la CF -que ere, y es, un género extremadamente atractivo para niños y jóvenes- para enseñar conceptos como la tolerancia, colaboración, amistad, etc; y, de paso, dar a conocer algo de astronomía, astronautica, robótica, etc. Al menos, en su versión más sencilla, pero, dentro de lo que cabe, realista. No es comparable, claro está, a una serie adulta, pero es lo más parecido que Francia y los países francófonos han realizado en el mundo fantacientífico. Además, también, se diga lo que se diga, y teniendo en cuenta la época, fue una de las más llamativas y absorbentes de las que se podían ver en televisión en los años 80, y actualmente, no son pocos los europeos, no sólo franceses, ahora adultos pero en aquella época niños, que reconocen que se interesaron por la astronomía y la CF gracias, precisamente, a las aventuras de los personajes de "Érase...".

Teniendo en cuenta la época, y el público a quién iba dirigida, tanto los robots como las naves espaciales, estaban muy trabajadas.


Realmente, con naves de semejante diseño y originalidad, no era de extrañar que los críos de la época fueran fans de la serie.

¡Y se acabó! Sin duda, ha quedado mucho por decir, y con toda seguridad, habrá más de una entrada para autores -literarios o de cómic- que tendrán una atención más individualizada. Pero por ahora, se acabó la parte dedicada a la ciencia-ficción francesa en su versión cinematográfica.
En la próxima ocasión, toca la parte de literatura.

domingo, 4 de noviembre de 2012

La ciencia-ficción francesa ( III ) El cine actual, primera parte.

Algunas de las películas más importantes del género de las dos últimas décadas.


En esta tercera parte sobre el cine CF francés, añadiré una película de los 80 que se me había pasado, y concentrándome en otras obras de los años 90 y la década del 2000. Para más adelante, si no resulta posible hablar de ello en esta entrada, hablaré -aunque sea demasiado por encima, y no en profundidad- sobre la influencia de algún autor de cómic, como Moebius, en el cine, tanto francés como norteamericano, así como del autor de animación Laloux, de cuya obra ya hablé en la entrada anterior, dedicada a los 70 y 80. Por ahora, comentar algo sobre unas cuantas pelis:


KAMIKAZE (1986).

Esta es la película de los 80 que me había dejado, en parte también porque la entrada anterior se me hizo un poco larga. Se trata de una obra con dirección y, en parte, guión de Didier Grousset, un profesional de la televisión que, sin embargo, empezó su carrera -y así llamó la atención de los medios televisivos- con esta película. El guión también había sido en parte pergeñado por uno de los productores, el que sería el auténtico hombre-orquesta -director, guionista, productor... y no siempre al mismo tiempo, pues, con el paso de los años, ha formado alrededor suyo a un equipo de eficaces colaboradores- del cine de acción y CF francés: Luc Besson, que por sí solo, ya merece que se le trata en un aparte, y cuya imaginación e idea del medio audiovisual, y de la comunicación cinematográfica, que entre otras cosas, incluía el mirar cara a cara al cine norteamericano de acción, persecuciones, tiros y tortas -y también al de terror, CF, fantasía, negro... en fin, cualquier tipo de cine de género- acabaría siendo tan importante como revolucionario, a pesar de que no muchos se lo quieren reconocer. En resumidas cuentas: no será el mejor, ni el más culto, original -al menos, en parte de sus siguientes trabajos- ni el más fino, pero a partir de él, muchos directores y guionistas franceses -y europeos, incluidos muchos españoles- se dieron cuenta de que, si el cine europeo, además de arte y ensayo, y supuestas -y no siempre auténticas- obras maestras, o películas sesudas, no realizaba cine comercial, no tenía futuro. Y que, en ese aspecto, el cine ideado para mayorías o, al menos, para importantes minorías, también deja espacio, y mucho, para la calidad, la crítica social, y el interés; y que resulta tan simple como injusto considerarlo como "pelis de palomitas" sin más interés que el disfrute pasajero -¡como si eso no tuviera importancia!-.

El cartel de la película.

¿Y de qué va la película? De un extraño fenómeno que tiene espantados y sorprendidos no sólo al gobierno y los medios de comunicación, sino a todo el país: de repente, un presentador de televisión, estalla en pedazos sin explicación alguna, y no en una ocasión, sino en varias. No hay proyectiles, ni explosivos, ni nada de nada. Pero el espectador de la película sabe que el responsable de aquello es Albert, una especie de tipo solitario y antisocial, que vive con su sobrina y el marido de ésta, que se pasa el día viendo televisión,y que tiene un odio patológico por los presentadores y periodistas televisivos, a los que considera propagadores y propagandistas de una cultura mediocre, mentirosa, superficial e hiperconsumista. Pero, como además de loco, es un inventor genial -el famoso "evil doctor" de tantas y tantas películas-, inventa un aparato de ondas que, disparándolo contra el televisor -es una especie de pistola- hace que una energía destructiva de naturaleza poco clara -Besson, que es co-guionista, sabrá inventar situaciones iniciales que dan para una película de hora y media como esta, pero tampoco es cuestión que le pidamos una base científica sólida; ni falta que aquí hace-, acaba viajando del televisor a la antena receptora, de allí a la de transmisión del canal y, finalmente, a la cámara y, de allá, al presentador que salta en pedazos.
Algo así pone en alarma al estado -se trata de un arma de la que, en principio, resulta imposible defenderse, al no saber nada sobre su auténtica naturaleza, ni sobre su origen-, pero sólo el anónimo inspector Pascot, que no llega a tiempo de detener a un Albert ya totalmente enloquecido -llegando a matar a su sobrina y a su marido- y fuera de control y que, finalmente, es eliminado por las fuerzas del estado, que lo considera un enemigo del sistema.

El protagonista, una vez que ha perdido completamente el oremus.

Cada uno, claro está, puede considerar la película de una forma distinta: una simple distracción, una idea fantástica llevada con mayor o menor tino a la pantalla, el individuo contra el estado, etc. -incluyendo la oscura idea de ¿no nos habría gustado a nosotros poder hacer algo parecido?-. Lo que es cierto, es que no se hace demasiado larga -tampoco tiene un gran metraje- y no intenta pontificar, ni peca de demasiado intelectual, que es algo que, en no pocas ocasiones, lastra no pocas películas francesas o europeas que, de haberse tomado a sí mismas un poco menos en serio, habrían acabado resultando más interesantes o, al menos, "digeribles".


DELICATESSEN (1991).

Aquí estamos hablando, nos guste o no, de todo un clásico del cine francés moderno, dejando aparte los géneros. Más que CF, podríamos considerarla película de humor negro. Muy negro. Pero la parte de anticipación viene no por la tecnología futurista que nos puedan presentar los autores, Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro -los creadores, entro otras, de la ya mítica "Amelie", posterior a ésta-, sino por la visión oscura, pesimista y decadente, de un futuro donde la alimentación es algo que resulta cada vez más difícil para gran parte de la población, donde la moneda como tal  ha desaparecido -en su lugar, se usa el grano-, y en que gran parte de lo que queda de la población parisina, para no sucumbir al hambre, acaba practicando, de forma directa o indirecta, el canibalismo -por indirecta, se entiende, que no son ellos los que cazan a los desventurados que acaban formando parte de su dieta, sino que se hacen servir de otros, los carniceros, que mediante ese tráfico se acaban haciendo rico.
A un edificio, donde el carnicero-asesino de turno, Clapet, tiene entre dominados, fascinados y aterrorizados a los vecinos, llega, por medio de un engañoso anuncio en el diario "Tiempos difíciles", el ex-payaso Louison, pensando que allá podrá ganarse la vida haciendo de encargado de mantenimiento, en sustitución de su antecesor, desaparecido en "extrañas circunstancias". Pero como las cosas no son tan fáciles ni tan simples como podrían parecer en un principio, Louison se enamora de Julie que es, curiosamente, la hija del carnicero. Julie intenta salvar de la muerte a su ahora amante, aunque sea enfrentándose a su padre, que, finalmente, acabará teniendo de su lado a un vecindario cobarde y moralmente degenerado hasta que, con la ayuda de los llamados "trogloditas" -una especie de anarquistas vegetarianos que viven en las alcantarillas, alejados de la sociedad carnívora de la superficie-, y tras un pago, como no, en grano, conseguirán que los enamorados puedan enfrentarse a tan terrible padre y su horda de acobardados seguidores. Claro está, poca gracia tendría aquí explicar la película hasta su final, aunque ya es de suponer que será, en cierto modo, un final feliz, a pesar de la pesimista visión que se da de nuestra sociedad.

Luison y su novia, en los tejados del bloque, pequeño reino del carnicero Clapet.

El cartel que, además, se transformó no sólo en el símbolo e imagen de la película, sino de los autores, y de su estilo de narración y ambientación.

La película tiene una atmósfera, ambientación, y toda una serie de detalles, que dan, al tiempo, verosimilitud y un cierto aire de onírico, como si fuera una fantasía. Eso sí, una fantasía muy realista. Tal vez, siendo como es humor francés, para un extranjero ciertas cosas no tengan la misma gracia, o se piense que, aunque los personajes están muy logrados, resultan un tanto "extremos", pero, en general, se podría decir que, tanto "Delicatessen", como "Amelie" (2001) -aunque esta última sería una comedia romántica con toques fantásticos, pero no, en absoluto, una producción de CF; aparte de que la dirección correspondería sólo a Jeunet, que no hizo el guión con Caro, sino con Guillaume Laurant- trazarían un nuevo camino para el cine galo posterior. Y no sólo al cine del país de Caro y Jeunet, sino al del resto del mundo. Y lo mismo cabe decir, en mayor o menor medida, del cómic, la televisión, etc.

Los "trogloditas"; habitantes de las alcantarillas, las nuevas catacumbas.

Sin embargo, el camino de ambos autores no tardaré demasiado en separarse. Después de "La ciudad de los niños perdidos" (1995), que se podría considerar, plenamente, una película de fantasía, ambos decidieron llevar su propia carrera en solitario, Jeunet, realizaría la ya nombrada y clásica "Amelie", y, ya en el 2004, y también con Audey Tautou, "Largo domingo de noviazgo", ambientada en la I Guerra Mundial, aunque con menos éxito de taquilla y crítica que su obra cumbre. Antes de ambas producciones patrias, realizó en Estados Unidos "Alien resurección", en 1997.
Mientras, Caro ha estado algo más inactivo, aunque sí realizó la estimable, y original, "Dante 01", en 2008, y de la que ya se hablará más adelante. Porque ésta, sí, es una película de CF pura y dura.


EL QUINTO ELEMENTO (1997).

¿Es esta una película realmente francesa? Ateniéndonos a que sus protagonistas, Bruce Willis y Gary Oldman, son anglosajones, y que una tercera, Milla Jovovich, es ucraniana pero ha trabajado básicamente en los Estados Unidos, diríamos que no. Y más, teniendo en cuenta que se rodó, originalmente, en inglés. Pero, económicamente, es una co-producción entre Francia y Estados Unidos -por tanto, también, aunque no sólo, es estadounidense-. Pero también hay que contar, dinero francos franceses aparte -todavía no existía el euro- que el director, y uno de los guionistas -y el que llevaba la voz cantante- era Luc Besson. Sí, el que estaba detrás de "Kamikaze", y que se haría un nombre con "León, el profesional" (1994). Ahora sí que tenía entre manos una superproducción. Muy probablemente, el mayor presupuesto -para su época; ahora, esta película resultaría bastante más cara- que haya tenido entre manos en su vida.
Extenderse sobre la historia puede resultar difícil, por ser una película larga, sinuosa, que empieza con una fantasía bien contada y que promete mucho pero que, pasando el tiempo, llega el momento en que uno se pregunta qué demonios es lo que nos están contando, y llega a un final un tanto confuso. Eso sí, efectos especiales, fantasía, originalidad, detalles de todo tipo, y una visión de ciudad del futuro realmente sugerente -y que debe, y no poco, a Moebius, y a su guionista, el norteamericano Dan O'Bannon, que también lo fue de cine, sobretodo en la saga de Alien-, a punta pala. Él no se está de nada, así que, si llegado el momento, nos perdemos con el guión, siempre nos quedan las frases ocurrentes, el tiroteo, las extrañas criaturas, y demás inventos, básicamente, de la fértil mente de Besson.


La ciudad aérea del futuro de "El quinto elemento", con clara influencia de "The long tomorrow", de Moebius y Dan O'Bannon.

La historia transcurre tan deprisa que a veces es fácil perderse, así que tampoco se puede hablar, de todas formas, que aburra por lenta. El protagonista, Korben Dallas, un ex-militar y ahora taxista, acaba buscando el famoso quinto elemento junto a un reconstruido ser -los mondoshawan- que ha sido reconstruido a partir de una mano que queda tras el accidente de una nave en la que viajaba junto a sus compañeros. Se supone que estos seres -que se descubre que tienen aspecto humano, pues el que vuelve a la vida, Leeloo, es la bella, y aquí jovencísima, Jovovich, que acabaría casándose con Besson-, para cerrar un portal que se habre cada 5000 años, y que permitiría que El Maligno -una especie de planeta vivo e inteligente- acabe destruyendo la Tierra. Mientras, un industrial -o millonario, poco importa qué sea el tipo en cuestión-, Zorg, intentará también hacerse con él -aparentemente, porque es una especie de vasallo del Maligno, pero más bien, para sacar beneficio de poseer lo único que puede salvar a la humanidad-, y para eso, no duda en aliarse -y traicionar, si hace falta- con los mangalores, una especie rebelde y casi exterminada, que lucha contra los humanos como si fueran, salvando las distancias, como un grupo terrorista étnico y nacionalista.
Prefiero no alargarme, pues vi la película hace tiempo, y aunque me gustó bastante, es difícil acordarse de todo lo visto pasados unos años. Para el que la conozca de oídas, mejor que leer sobre ella, vale la pena verla, porque en cuestiones, por lo menos gráficas, visuales y de efectos, fue, al menos en su momento, si no una revolución -no llegó a tanto-, sí un pequeño hito europeo. O no tan pequeño, pues no pocas producciones posteriores han bebido de ella. Aún así, el batiburillo del director echa un poco a perder algo que podría haber sido mucho mejor.

Korben Dallas, en manos de los mangalores.

Por lo visto, y según se cuenta, su filmación no debió agradar demasiado al bueno de Bruce Willis, que reconoció que no se acabó de enterar de qué iba todo aquello y que, en la cena que celebró todo el equipo de la película una vez finalizada, cogió una trompa de las que hacen época, y dijo que estaba cansado de hacer trabajos en los que sólo repartía tortas, y que le apetecería hacer cosas nuevas, y demostrar que, aunque en el cine fuera, básicamente, un tipo duro, su habilidad interpretativa daba para algo más. Y no dejaba de tener razón. Hacía poco que había participado en "Pulp fiction", de Tarantino, dejando ver un sentido de reírse de sí mismo, y de encarnar un personaje con cierta profundidad y, sólo un par de años después, sería el protagonista de "El sexto sentido", y después, de "El protegido". Y así, hasta ahora.


CHRYSALIS (2007).

Ahora, damos un salto hasta la década siguiente. En todo este tiempo, el cine francés ha ido desarrollando su industria en u sentido más comercial -que no tiene que significar, obligatoriamente, ni falta de calidad, ni de identidad-, pero más en las ramas o géneros del terror, el thriller o la acción -incluyendo la histórica-, que en la ciencia-ficción propiamente dicha. Obras como las dos partes de "Los ríos de color púrpura", o "El pacto de los lobos", o "Vidocq", que ya nombré en otra entrada, se transforman no sólo en éxitos de taquilla en el país galo, sino también en gran parte de Europa -en Norteamérica no tanto, excepto el francófono Quebec; pero eso, todos lo sabemos, es ya otro mundo-. Aquí, un ejemplo de cine del género que nos ocupa. No se trata de una obra maestra, ni tan siquiera de una originalidad extrema, pero sí trata, por lo menos, un tema nuevo, como son las nuevas posibilidades de la medicina moderna. En este caso, en cuestiones que tienen que ver con nuestro propio ordenador orgánico, superior a cualquier creación cibernética: nuestro propio cerebro.
En el París del año 2020 -por tanto, en un futuro cercano, sólo a trece años del en que se estrenó la película, y sólo a ocho del actual-, el teniente de la policia europea David Hoffmann se reincorpora a su puesto después de un tiempo de baja psicológica, para enfrentarse a un trabajo tan duro -aunque no por ello, menos deseado- como perseguir y atrapar al presunto asesino de su esposa. Tras una laboriosa investigación, sus pasos le llevan a una prestigiosa clínica privada, donde los que se lo pueden permitir, pueden, lo mismo borrar de sus mentes recuerdos no deseados, como implantar otros nuevos de hechos que nunca le han ocurrido al paciente, o sobre lugares o individuos que nunca  ha podido conocer en persona. Lo que, entre otras cosas, le podría ayudar, por ejemplo, a pasar sin problemas por un detector de mentiras, por fiable que este pueda ser. Al fin y al cabo, aunque declarara hechos en principio falsos, no dejarían de ser, para el receptor de implantes, su propia verdad.

El París de un futuro bien cercano, más gris y melancólico que nunca.

Al tiempo que vamos conociendo la historia del teniente Hoffmann, y su persecución hasta la clínica del culpable de la muerte de su mujer y compañera de la policía -un traficante de inmigrantes ilegales-, debido al extraño aspecto en que van apareciendo las víctimas de su tráfico, misteriosamente asesinadas, y con inexplicables heridas y daños en el cerebro, conoceremos una historia, aparentemente paralela, de Manon, una joven cuyo rostro fue desfigurado en un accidente, y que sigue una larga recuperación, poco menos que encerrada en la clínica donde trabaja su madre.


David Hoffman, encontrándose con una víctima de Nicolov, el traficante de personas.

La película explota lo mejor que puede la ambientación -un tanto barroca, y tal vez no demasiado creíble, teniendo en cuenta que está ambientada en un futuro demasiado cercano como para que el mundo haya cambiado en exceso-, que no deja de ser efectista, aunque quizá un tanto vacía. Otra cosa serían los diálogos, demasiado pretenciosos y, a la larga, un tanto pesados por, en ocasiones, innecesariamente largos. Aún así, la acción no se hace demasiado lenta, y la película se sigue con bastante facilidad, al menos la primera mitad, en que la parte policíaca prima sobre la científica; más adelante el cientifismo se acaba cargando un poco la historia, realmente. Pero tampoco estaría tan mal, ni las críticas deberían ser demasiado duras, teniendo en cuenta que era la primera película de su director, Julien Leclercq, en el tema de la CF, aunque ya tenía experiencia en dirección con "El asalto", del 2001, sobre el secuestro de un avión francés en Argel, a manos de los terroristas del GIA, en su momento, el grupo armado más sanguinario y fanático de Argelia, antes de que los salafistas, que en aquella época eran pocos y dispersos, acabaran por montar la sucursal argelina de Al-Qaeda. Aunque esa, creo yo, es otra historia.

"Telecirugía", o medicina del futuro -o no tanto-.

LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL MUNDO (2008).

Aquí, para variar, tendríamos una comedia, o una película de anécdotas. En un futuro cercano, el fin del mundo está cerca. Pero a Robinson Laborde (Mathieu Amalric, que en los últimos años ha llegado a ser uno de los actores franceses más ocupados y conocidos) le importan más otras cosas, como volver a conquistar a la que fue su amante, por la que dejó a su mujer -sí, ya sé que parece algo ridículo, pero hay gente para todo; además ¡a quién, si no a un francés que va de cínico y de romántico, se le ocurriría semejante majadería?-, así que, si tiene que recorrer parte de Francia y España -se rodó en Pamplona, Zaragoza, y las montañas de Montserrat- para conseguir lo que se ha propuesto, no tiene problema en hacer la maleta y patear mundo. Al fin y al cabo, ese mundo, en muy poco tiempo, se irá al garete, así que ¿para qué tomarse las cosas demasiado en serio?

En la película, como en el cartel, los personajes se ven libres de ataduras y tabúes. Y de ropa también.

Más bien, es eso lo que la película nos quiere hacer ver. La dirección y el guión, son de los hermanos Arnaud y Jean-Marie Larrieu,  que ya habían trabajado juntos en "Pintar y hacer el amor", en el 2004. Y aunque ciertas cosas, no está demasiado claro que funcionen cuando se hacen en familia, en este caso, no salió demasiado mal. Al menos, para el gusto francés-. Dicho de otra forma: no es que sea mala película, ni que no tenga cierta originalidad -el fin del mundo siempre se ha plasmado, en el cine o la literatura, de una forma bastante o muy melodramática; ¡aunque no había para menos!-, porque no resulta muy común que semejante tema sea retratado de una forma tan "ligera". Además, es una ocasión para ver al más francés de los actores españoles, en este caso haciendo de cantante de ópera -tan "afrancesado", que por estos lares resulta un casi desconocido, a pesar de haber recibido en Francia todo tipo de premios y buenas críticas-: Sergi López.
En resumidas cuentas: fin del mundo, y amor libre. Total, para unos pocos días que nos quedan...

Sergi López, presentando la película en el festival de Sitges.


Y hasta aquí, la tercera parte de la CF francesa en el cine. La próxima, además de la cuarta parte, será también la última. Espero.