martes, 8 de julio de 2014

Gente de mi ciudad (VII), en sentido amplio: el Cementerio de Reus.

De acuerdo, que estamos hablando de un lugar donde podemos encontrar a mucha gente, pero gente ya difunta. ¿Pero no lo están ya, todos los reusenses ya retratados?


Creo, las cosas como son, que el título de la parte superior es un tanto engañoso, pero también es verdad, que para algo se crearon los subencabezados o "segundos títulos", para aclarar un poco las cosas. La verdad es que, a la hora de hablar de reusenses, me he dedicado a hacerlo, muy especialmente, en los pintores, y en menor medida, los escultores -mucho más recientes que los primeros; al menos uno vivía todavía cuando yo nací-, dejando aparte a Eduard Toda, que fue un personaje aparte -y por lo que se cuenta, un tipo inteligente, pero tal vez, con demasiada imaginación a la hora de contar las cosas; lo de la momia, que ya comenté, es algo de lo que de vez en cuando se habla en Reus, y hay gente que piensa que, sencillamente, momia como tal, nunca fue, sino que se trataba de una "creación" del viajero-. Ahora, más bien, incluyo un tema diferente, cogido un poco por los pelos, es cierto, porque es un lugar, no un grupo de personas, pero que no quería tratar de forma separada a los "reusenses de pro": el Cementerio Municipal de Reus. Y alguien seguramente pensará: "¿Y qué tiene de especial ese cementerio, que pertenece, al fin y al cabo, a una ciudad pequeña y no demasiado conocida?". Pues algo tiene, evidentemente. Porque si no, por muy reusense que yo sea -y no lo soy tanto, en sentido "municipalista", o de "nacionalismo de campanario", de lo que podría pensarse; no me van los localismos que se hacen excesivos o rimbombantes, sea de lugares grandes o pequeños-. Hay cementerios que cumplen con la labor que todos conocemos, y lo hacen muy bien. Hay otros que, además, son un espacio no sólo de paz, sino también de arte y cultura, y como tales son conocidos y admitidos. Y este es uno.


Un museo de arquitectura y arqueología al aire libre.

Como cualquier otro cementerio más o menos modernos -el reusense se inició en 1869, acabándose al año siguiente-, se encuentra a las afueras de la ciudad, aunque el crecimiento de ésta lo ha ido acercando poco a poco, así que, no sólo se puede visitar en coche o en autobús -para quién tenga interés en ello-, sino también caminando, pues hay aceras dispuestas para ello.
Como ya se ha comentado, el que se llamó "nuevo cementerio" se inició en 1869 gracias a una donación particular, algo bastante habitual en la época -no existía un estado de bienestar como tal, y la sanidad y educación públicas, si bien existían, eran muy limitadas; muchas cosas, más allá de lo indispensable, se realizaban por donaciones de particulares, que no siempre eran ricos, sino gentes de clase media o trabajadora que recogía fondos, a veces durante años, lo mismo para un hospital especializado, una biblioteca, o un monumento artístico-. El donante fue el abogado y politico liberal reusense Josep Sardà, que cedió en su testamento una considerable cantidad de dinero para que se creara el primer cementerio laico de España -anterior a la llamada "secularización" de los cementerios, legislación por la cual no se podía negar a nadie ser enterrado en cualquiera de ellos en todo el país-, pues Sardà dejó constancia en su testamento -y de eso sabría, teniendo conocimiento tan exacto del derecho de la época- que no quería ningún tipo de discriminación en cuestiones de religión, raza o lugar de nacimiento. Todo el mundo debía tener derecho a ser enterrado allá. 
En aquella época había tres cementerios en Reus, dos de ellos en el centro -lo más habitual, por lo demás: así no resultaba demasiado difícil ni caro transportar a los difuntos, sobretodo los de clase social más modesta; además, se pensaba que, en no pocos casos, cuanto antes se les enterrara mejor, así que resultaba práctico tener los cementerios, prácticamente, al lado de casa, dentro del núcleo urbano-, más un tercero, llamado "Cementerio del Roser", que, se cuenta, no tenía condiciones adecuadas para ello, lo que hace pensar que, aunque estuviera al lado de una iglesia -terreno consagrado-, no estaba en absoluto preparado, y fue poco menos que improvisado por los residentes de la zona.
En 1871, el 2 de enero, se llevó a cabo la primera inhumación, aunque este primer "residente" no tardó en estar acompañado. El estilo se considera neoclásico, y fue un cementerio amplio, donde se podía pasear, y también trabajar, sin problemas, con avenidas, división en "calles" -porque de eso se trataba", y plazas, y zonas ajardinadas. Una auténtica ciudad de los difuntos, por tanto, y que resultaba también más fácil de visitar, no sólo a las familias de éstos, sino para cualquier otra persona que quisiera conocerlo.
Existen, por así decirlo, dos espacios: el de entierros "comunes", con nichos o columbarios -para cenizas, que se ha tenido que ir ampliando a medida que la incineración ha ido calando en las preferencias de la población-, y el monumental, donde se encuentran los monumentos funerarios -normalmente, de hijos ilustres, o de antiguas familias burguesas que, en gran parte, o se han extinguido, o marchado de la ciudad, o sus descendientes han ido a menos, y no pocos se han olvidado ya, o no se pueden permitir, mantener esa parte de la herencia familiar-. Estos monumentos funerarios, a la vez, se podrían dividir en dos: las tumbas singulares -los segundos, básicamente-, y los monumentos conmemorativos -en no pocas ocasiones, han sido remodelados o reformados por ayuntamientos en años posteriores-.
Cuenta con, aproximadamente, 13.400 sepulturas -panteones, nichos, capillas y tumbas- y hace pocos años que tuvo una ampliación. Algo normal: cuanto mayor es la ciudad, más gente vive, Y cuantos más vivos, más fallecidos.


Los monumentos conmemorativos o históricos.

No es que sean muchos, por no ser la mía ciudad con gran peso histórico o demográfico, pero a destacar:

-La tumba y mausoleo del general Prim, que también fue presidente del gobierno (1869-70), ministro de defensa, etc., que fue restaurado -considerándolo un sólo elemento- muy recientemente, por el segundo centenario de su nacimiento. La verdad es que el original, para la época en que se hizo, era llamativo, pero estaba un poco en mal estado. Otra cosa es la historia de la momia del pobre Prim, exhumada, con una discutible autopsia, exhibida en el ayuntamiento, y vuelto a enterrar.


La tumba propiamente dicha (arriba), y un grabado de Prim y sus soldados de vuelta a España, recibidos por la multitud como héroes, por sus victorias -por lo demás, de lo más estériles y pírricas- en Marruecos.

-El obelisco conmemorativo a los soldados caídos en la Guerra Civil (1936-39), y la fosa en recuerdo de los civiles fallecidos en la misma contienda.

-La capilla de los héroes de Vilallonga y el Morell. Se trata de un monumento en recuerdo de los 132 milicianos reusenses que murieron en 1838, en una batalla ocurrida entre los dos pueblos que dan nombre a la capilla, durante la I Guerra Carlista,  -hubo tres, y fueron, hasta cierto punto, el preámbulo de la Guerra Civil, que fue mucho más devastadora que las tres juntas-, en que los isabelinos -reusenses- se enfrentaron a los carlistas -catalanes y aragoneses de diversos puntos. Estos últimos no deseaban como reina a Isabel I, hija del nefasto Fernando VII, sino a su hermano, Carlos de Borbón -un ultracatólico especialmente autoritario, por lo visto-. De ahí, el nombre de "carlistas" por el que sus seguidores eran conocidos.

-El Panteón de Hijos Ilustres: En principio, es un panteón restaurado y recuperado -estaba abandonado- por una escuela de oficios de la ciudad, Mas Carandell, para los hijos ilustres de la ciudad que, en su momento, quieran ser enterrados allá. Dicho de otro modo, que todavía está por recibir a sus primeros "invitados".

-El monumento conmemorativo y de homenaje a Josep Sardà, ya que, gracias a él -a su dinero, pero también a la idea, moderna y tolerante para la época, de entender qué debía ser un cementerio municipal-, existe dicho cementerio. También existe un pequeño monumento recordatorio -en realidad, una placa de piedra en el suelo, que puede pasar inadvertida para el que no busque detalles en todas partes- de los restos humanos que se trasladaron al nuevo camposanto de los viejos y abandonados, sobre los cuales, al poco, se edificó, debido al crecimiento continuo de la ciudad.

-La estatua del dios Cronos, de Agustí Auqué. La original se encuentra a la entrada, en el suelo, y una copia, en mejor estado y coloreada de marrón arcilloso, sobre ésta, y se puede ver desde el exterior desde lejos.


Las tumbas singulares, de familias o personajes históricos.

La tumba del escultor Joan Rebull, con una copia de una de sus esculturas más recordadas, la de "Los tres gitanillos" -aunque, en realidad, los niños retratados son él mismo y dos amigos suyos de la infancia, que vivían, como ya se comentó en otra entrada, en el considerado barrio o calle de los gitanos, aunque ellos no lo fueras-.


-El panteón de la familia Boule, donde, recientemente, se restauraron los vitrales. Su estilo sería entre neoclásico y romántico, con influencia británica, y algo oscurecido por la contaminación. A la derecha, a lo lejos, el monumento a Prim.

reusdigital.cat cementiri de reus

-El panteón de la familia Pratdeseba, que no es un edificio en sí mismo, sino una especie de enorme rosetón, con los nombres de los distintos difuntos grabados con letra modernista.


-El mausoleo de la familia Magerat, de Lluis Domenech i Montaner, el arquitecto modernista autor, en la ciudad, de las casas Rull, Gasull i Navàs, además del Centro Psiquiátrico Pere mata, entre otros.


Además desde hace tiempo, es posible asistir a visitas dramatizadas, con actores de la ciudad realizando pequeñas actuaciones relacionadas con cada monumento o tumba, en ocasiones, incluso, de noche. Sin embargo, no ha sido hasta hace muy poco que la administración local -y los medios de comunicación, ni la población en general- que no se han dado cuenta del auténtico potencial turístico de su cementerio, y más, desde que éste forma parte de la Ruta Europea de Cementerios -auspiciada por el Consejo de Europa desde 2010, año en que se creó; participan 52 cementerios de 37 ciudades y 16 países-, así como la participación de sus monumentos en el primer concurso de cementerios de España -"Mejor monumento arquitectónico funerario"-, para elegir el ejemplo de arquitectura funeraria más atractivo y valioso del país.

He intentado encontrar más fotografías, sobretodo, que pudieran indicar con toda seguridad el nombre del monumento o estatua en cuestión, y quién fue el autor, o la familia que lo pagó, pero lamentablemente, en la red hay menos de lo que pensaba. Sin soy capaz de realizarlas yo mismo -que para eso tengo móvil nuevo-, intentaré como pueda introducirlas en el blog. Y si no, el consejo es visitar el cementerio y descubrir todo lo que tiene que ofrecer, que no es poco. Al poco de entrar, en lo que se podría llamar "avenida principal", se podrán ver a mano derecha multitud de monumentos arquitectónicos de diversos estilos -neoclásicos, neogóticos y, evidentemente y teniendo en cuenta la época en que fueron construidos, también modernistas- adornados con grandes y magníficas esculturas, estatuas que lo mismo representan a deidades de la época clásica greco-latina -según el gusto, principalmente entre modernista y realista de la época-, entremezcladas con ángeles, o representaciones de la virgen o Cristo bastante más "modernas" -y en tres dimensiones- que las que se pueden ver en tantas ocasiones en la pintura española de épocas anteriores. No siempre están en el mejor estado -la polución ha hecho estragos, ennegreciendo algunas de ellas-, pero, en general, están bien conservadas, y la mayoría de las tumbas que pertenecieron a antiguas y poderosas familias de la ciudad, que son las más atractivas, se encuentran normalmente limpias y bien cuidadas -o al menos, eso se intenta-, aunque muchas de esas estirpes de burgueses, o se han extinguido, o empobrecido, o marchado de la ciudad, cuando no han decidido, simplemente, desprenderse u olvidarse de un patrimonio familiar que, aparte de un orgullo -y eso, en ocasiones se olvida-, también es una onerosa obligación de conservación.
Pues eso, para quién guste del turismo alternativo, o de camposanto, en Reus tiene un lugar más que interesante para visitar.

Los cementerios que pertenecen a la ruta europea. En algunas ciudades, como París o Londres, hay más de uno.

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